Cuando en 1952 Londres se sumió en la oscuridad y el miedo por la terrible niebla que asoló más de 4000 personas durante aquel fatídico diciembre, la humanidad empezó a tener conciencia de la contaminación tan excesiva que, en algunas partes del planeta, se estaba produciendo. Hoy en día parece imposible imaginar una industria que emita gases de efecto invernadero o provoque vertidos de productos contaminantes a un arroyo cercano, sin embargo, todo no queda ahí. La actualidad de la industria en general no solo centra sus esfuerzos en no provocar contaminación durante la propia producción, sino que, además, las empresas y las organizaciones que deciden invertir en construir nuevas instalaciones confieren una elevada importancia a los materiales y a los procesos que han llevado a otras empresas a fabricar su propia industria.
Cuando un cliente adquiere un compresor de aire, no solo determina su elección por el precio o las prestaciones del equipo, sino que, cada día más, muchos clientes solicitan valores como la huella de carbono o el certificado de producción sostenible del mismo. Un compresor está formado por una cantidad muy elevada de partes y materiales que van a permitir a nuestro cliente inyectar aire comprimido en su red. Para llegar a tener ese compresor en sus instalaciones, se ha llevado a cabo un proceso industrial que se inicia en los materiales básicos generados por el sector primario y terminan en la línea de ensamblado y envío de la empresa productora. A lo largo de todo este recorrido se deben conocer, con total lujo de detalle, los procesos y materiales que han sido empleados y en qué grado de contaminación se encuentran. Uno de los valores más solicitado es la huella de carbono, es decir, la cantidad total de gases de efecto invernadero que ha sido necesario emitir para poder fabricar un compresor.
Hace unos años, estos valores prácticamente eran desconocidos hasta para las propias empresas productoras. Hoy en día, y de forma cada vez más inminente, los clientes solicitan que en nuestros presupuestos se especifique de forma tácita el valor de huella de carbono, no como valor informativo, sino prácticamente, como criterio de viabilidad de la operación.
Este hecho nos da un rango de importancia de cómo ha evolucionado la percepción de los clientes y las empresas de tener en nuestras plantas elementos y accesorios que permitan que nuestra producción sea sostenible y eficiente.
